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miércoles, 29 de abril de 2015

Capítulo 3. RETAZOS DE UNA CARTA.

Unos minutos más tarde la encargada daba rienda suelta al paso, todas las mujeres debían de despojarse de sus vidas aburridas y dispararse directamente a una mesa que se encontraban distribuidas por orden alfabético y, cuando ya todo andaba por empezado aparecían una manada de manatíes que se acercaban como una bula de tortolas hacía sus presas. No sabía si era mejor haberse quedado en aquel lugar o haber huido despavorida como lo hubiesen hecho una buena manada de ñú. Nunca juzgó a nadie por las pintas, eso de juzgar sin más le parecía realmente absurdo porque ella opinaba que si te resignabas a conocer a alguna de las personas podías estar perdiendo a la persona más maravillosa de tu vida, pero aquello no eran personas, eran águilas despavoridas y después de todo pensó que lo mejor era salir huyendo de aquel lugar antes de que la tomaran por un águila, antes que por una persona, pero no podía salir corriendo así tan de repente,sino es más, pensó que la mejor manera era quedarse un rato y sobrevolar en el momento indicado.

Sí para Alicia resultó ser un poco fastidiosa y pesada la noche, sin embargo a Jaime al parecer la noche le había abrazado con disimulo y le había ayudado a rezagar uno de sus más perspicaces necesidades masculinas que parecía haber resultado ser un auténtico seductor y una de sus mejores noches.

En el Irish Variety de la C/ huertas tomando un Gin Tonics y celebrando la noche de hombres, de un momento a otro, Carlos había convencido a Jaime que se despojara de la vieja chaqueta del recuerdo de Suzanne y disfrutara de una vez por todas del tiempo que le quedaba. Parecía sufragado y convencido sobre la charla que le había dado su amigo y, quizás no hubiese sido lo mejor, pero ¿porqué iba seguir sufriendo por un amor que nunca llegó a serlo?.
Su amigo Carlos tenía razón, el amor es solo cosa de mujeres y el era un hombres, ellos eran más fuertes. Si Suzanne había jugado con él ¿porqué no pensar que el mismo había también jugado sucio con ella? Puede que no obtuviera su amor, pero si había obtenido algo que cualquier hombre hubiese deseado, tener sexo consentido con una medio-francesa recién llegada de Francia.
A sus 20 años Suzzanne era una mujer espectacular y con unas curvas de infarto que a cualquiera le hubiesen hecho llorar por tan solo tocarlas. La gracia y facialidad de la misma habían hecho que el mismísimo Jaime disfrutara cada noche o cada día de una de sus más delicados placeres prohibidos, y prohibidos porque era la hija del mandamás de su empresa.
Si su jefe se enteraba que Jaime había aprovechado para seguirle la brasera a su hija, posiblemente ya estuviera en su casa disfrutando del paro ¿y quién iba querer a un hombre de 35 años, de camino a los 40, con una experiencia de tan solo unos años llevando la administración de la empresa con una formación sencilla sobre el tratamiento de los documentos de administración y que había entrado a trabajar gracias a su amigo Carlos que era el jefe de sección? Era absolutamente absurdo y, es que su amigo le dio el trabajo más fácil que el mismo podía hacer sin el mayor esfuerzo. Aunque todo el mundo sabía que Jaime era el enchufado y que por muy amargo que sentase, muy a su pesar, no era más que un enchufado. Lo había aprendido todo sobre la marcha y, es que a diferencia de sus compañeros de trabajo, el no tenía mucho que aportar a su CV, tan solo años de experiencia y sin una formación atractiva que ofrecer a otro empresario.
Las noches de gozo habían sido las mejores, pero esa ya había acabado, ahora tenía que seguir buscando territorios que conquistar como hubiesen hecho los ingleses, así desechando el recuerdo de Suzanne y acechando nuevos territorios. Brindando por sus alegrías tres chicas habían suspirado por el territorio más rico de todo el pub o no?. La soltería era demasiada diversión y había dejado de rezagar por una sola francesa o medio-francesa ¿qué más dará lo que fuese? El caso es que se sentía como los ingleses, lleno de vida y dispuesto aplastar a Francia y... puede que no fuesen el imperio alemán, pero con María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, se conformaba.

En aquel pub con un barra alargada, una decoración cowboy había enriquecido el ambiente con unas chicas que parecían quererse unir con un triunfante, en la que susodicha noche olería a triunfo. Puede que más de un retablo del barroco, parecían unos ángeles bajados del cielo dispuestos a olvidar a la falda corta y a recibir a las nuevas. Después de unos tragos y unos bailes en una discoteca cercana, Jaime había amanecido con un dolor de cabeza, unas sabanas calientes y a punto de ponerse tan frías como el hielo.

Aquella mañana unos rayos de luz penetraban con disimulo por los agujeros de las persianas sacando a todo aquel que se encontrara sumergido en el mundo de los sueños, aunque para otros aquella luz ni tan siquiera molestaba. Jaime se había despertado amargamente con la luz que le iluminaban los ojos, rezagó las manos como si la luz fuese un insecto que volara sobre sus ojos. A su lado se encontraba la chica de anoche y el sujetador resoplando en el ventilador que había pasado toda la noche funcionando, el mini-perro que recogió de la calle en la puerta del dormitorio oliendo aquellas bragas que parecían ser suculentas para el y que Jaime acabó por apartárselas de su nariz. Una patada al perro hubiese bastado para apartarlo, pero prefirió sentirse alguien amante de los animales y solo coger las bragas y dejarlas sobre la mesilla del dormitorio.

Aquel Bichón Maltés lleno de lana de color blanca siempre resultó ser un incordio desde el primer día en que se lo encontró, ni tan siquiera lo consideraba un perro. Deseaba un animal, pero no precisamente una cucaracha demoledora de basura que pedía a gritos silenciosos un poco de comida, ya que no comía desde ayer por la tarde y debía de tener una huelga bastante alta en el estómago.
-¡¡Toma tu comida!! y déjame en paz. Siempre estás comiendo.
Se había levantado con muy mal pie y la chica ya le empezaba a incordiar. Eran las doce de la mañana y seguía abrazada a las sabanas. Mirando la ventana del salón se quedó como si estuviese hipnotizado, con un tazón de café en la mano, la vida que le mostraba. Mientras que la chica que subía la escalera con su hija pequeña que daba lugar a una plaza le recordaba los buenos momentos que había tenido para ser alguien y, que sin embargo habían sido desaprovechadas. Sus probabilidades para ser alguien se agotaban mientras pasaban los días y el seguía sin aprovechar el tiempo para el derecho romano, ni tampoco para hacer su vida con claridad. Lo que había una noche acabado con un simple adiós a los viejos territorios y hola a los nuevos le había resultado por ser un cansancio y agotar su paciencia.

Así que se volvió y decidió no esperar más, se dirigió a su dormitorio y apartó las sabanas con brusquedad de la cama echando a la chica de la casa con gritos y a tiros de ropa. Se había vuelto loco y deseaba estar solo y, después de unos cuantos insultos por parte de una chica a la que había echado y dejandola en el descansillo desnuda y sin pasar desapercibida por las miradas de un niño pequeño que entraba con su madre. Lupo, el mini-perro, también se llevó un buen cojinazo por buscar el cariño de su amo que pareció ser desde siempre una meta difícil de alcanzar.
Jaime se puso las manos sobre la cara y empezó a llorar desgarradamente como si hubiera cometido un crimen pasional. Nunca reconocería su estado, pero su vida siempre fue un auténtico desastre y abrazado por las desesperación y la incontinencia de varios años tragando los errores que había cometido decidió sacarlos a la luz. Lupo se escondió debajo de la cama, era el único lugar donde su amo no llegaría. Los pequeños miedos que se aparecían a tiempos determinados salían a la luz desquebrajando por dentro a Jaime y haciéndole recordar que su vida no era más que un títere sin cabeza.
Sus padres no le dieron mucho cariño, su padre le ponía los cuernos a su madre descaradamente, las continúas discusiones nocturnas y la manutención de las apariencias acabaron por hacer de Jaime un ser demasiado despreocupado, viviendo la vida sin pensar en el futuro y en el que hubiese sido de el si su amigo Carlos no hubiese estado, posiblemente estuviese tirado en una esquina buscando un trabajo para poder subsistir.


lunes, 30 de marzo de 2015

Retazos de una carta II

La última carta lo dejó echo pedazos. Sentado mirando a la nada, parecía que se le hiciera todo un mundo. En ese momento, se le hacía todo tan grande que una nube deseosa de acariciarle con la palma de su mano no dejaba de recordarle esas ilusiones tan perdidas y desalentadoras presentes en el cajón del olvido y, desde aquel momento solo había sido una burla desesperada de una chica caprichosa, una niña de papá.

La idea de quitársela de la cabeza no desaparecería nunca salvo si probaba de nuevo otra vez con la misma chica. Tal vez una sola llamada acabaría por simplemente quitarle el deseo de volver a cabalgar sobre esas piernas tan suaves y sedosas como la propia tela aterciopelada que una vez acabado ese deseo se escaparía como el humo del cigarrillo encendido. El recuerdo de aquellas delicadas curvas y apetitoso olor se resplandecía sobre el más puro y verdadero recuerdo que sobrevolaba en una realidad extrema, pero que tan solo el producto de su propia imaginación le hacía tan solo verla en el mismo bar donde el se encontraba.

El humo resplandeciente del cigarro enmudecido en sus pensamientos le hizo clavar su mirada en la chica que se encontraba sentada en la barra con un traje ajustado con acento sudamericano que envolvía al camarero en su aureola de encantamientos. Sin lugar a dudas sabía perfectamente que no volvería a ver nunca más aquella chica de la falda corta y que aquella chica sudamericana no le llegaba ni a la suela de los zapatos, sin embargo no pudo apartar la mirada de aquella chica.
Bastó con tan sólo una mirada para que aquel encantamiento del abandono ocaso del camarero se centrara en tan solo unos ojos que llevaban largo rato clavados en aquel cuerpo dolorido lleno de heridas que se ocultaban tras un pensamiento centrado en olvidar y tirar por la borda aquellos alfileres de recuerdos de aquella chica con falda corta. Aquellos ojos penetrantes de placer jugando a mover la pajita con la lengua, pero pensó que tal vez fuese una locura.

Sin duda alguna pensó que la mejor manera de olvidar era centrándose en el trabajo porque muchas personas se centran tanto en su trabajo que les ayuda a olvidar ciertos problemas que le ocurren en la vida, aprenden a ignorar los problemas de la vida: las tristezas que a veces dan a lugar a inyecciones de dolor que precisamente no te curan de ello, sino te obligan a quedarte con ello durante un tiempo hasta que llegue la vacuna del tiempo que templa los dolores y las fiebres para empezar una nueva vida. ¡¡Y una mierda!! la mejor cura es el trabajo, así que lo que hará mañana será levantarse temprano, le dará los buenos días a Carmen, a su jefe le entregará el proyecto que tenía pensado, le dedicará su tiempo plenamente a su trabajo y a su perro que nunca te abandona. Las mascotas nunca te abandonan y, no es que lo digan las asociaciones de animales ni ese tal partido PACMA, sino que está totalmente demostrado que los animales son mucho mejores que las personas, aunque estés triste ellos siempre te intentan animar aunque sea solo sea para que les des comer o le hagas un poco de caso por la tarde.

Aunque no sabría que opinar sobre su propia opinión, aunque ni tan siquiera sabría que diría su amigo Carlos que se acaba de entrar por la puerta y sin ton ni son se ha pedido para no variar a las once de la noche su maravilloso y rutinario Whisky doble.
-¿Qué bonita la mañana no?
-Carlos, escucha tus sonrisas me producen vómitos cuando mis mañana son tan grises como la chaqueta que llevas ahora mismo.
Carlos cuando recibía una de estas respuestas de Jaime, su compañero de trabajo, sabía perfectamente que no eran en serio. A veces la confianza daba asco, aunque en cambio a Jaime los ojos se iban perfectamente para aquella sudamericana que ansiaba pescar a un hombre que pudiera darle su comedidos todos los días y traer sus hijos a ese país y, Jaime lo sabía perfectamente porque era la misma que se sentaba en el bar a pescar el camarero o cualquier hombre deseoso de pescar una mujer nativa de la mismísimas tierras colombianas.
-Oye hombreton, ¿no me invitas a una copa?
-Lo siento belleza, pero de tanto en cuando prefiero invitar a mi mujer.
No es que Jaime tuviese mujer, pero prefiere dejar las cosas claras. Siempre pensó que el casarse está siempre demás en su vida, aunque si lograba pasar la prueba del amor quizás pudiese revolcarse entre sus sabanas con ella, pero solo una noche porque a veces algunas mujeres confunden una noche corta con una bastante larga.
Carlos ante esta conversación se encontraba entre sigilos de risas y, menos mal que estaba de espaldas a esa mujer porque de lo contrario se hubiese llevado una buena torta. No es que fuese Carlos un hombre bastante decente porque de vez en cuando sacaba sus notas infantiles para sacarlas a escondidas y otras veces sacaba el dandi seductor cuya afición era saltar de cama en cama, aunque de todas formas las sudamericanas no eran su tipo, así que gustosamente aunque Jaime quisiese ligarsela tendría todo el campo de batalla libre.

Por otro lado, Alicia enmudecida en sus sueños de encontrar o quizás olvidar al hombre que una vez la rechazó por otra mujer, pensó que la mejor manera de olvidar no era precisamente refugiarse en su trabajo como había pensado Jaime con aquella chica de la falda corta cuyo nombre era Suzanne.
Alicia era más bien una chica inocente atrapada en un mundo de fantasía y en cada parte de aquel jardín bonito en el que se encontraba eran más bien chascos y pelotas que iban directamente apalancarse en su propio camino para no dejarla seguir adelante en el mismo. Alicia, Ali para los amigos, era muy reservada y no solía contar a nadie nada de lo que le ocurría. Ella tan solo buscaba las soluciones a cualquier problema que le planteaba la vida mediante la experiencia y, quiera o no había aprendido una cosa desde lo de Jaime, pero prefería dejar las cosas como estaban. Aunque el viejo tópico de que las mujeres pelirrojas que siempre dan asco estaba a la orden del día. Todos los hombres dan asco, y que tan solo el minúsculo cerebro masculino solo aprecia el físico y el color rojo produce vómitos. Puede que fuese una exageración, pero lo que estaba segura era de que quizás no resultase como ella había previsto.
Nunca fue demasiado coqueta y se centró demasiado en su doctorado, aunque el centrarse en su doctorado no fue nunca motivo alguno para no ser lo suficientemente coqueta. Siempre apreció más la naturaleza real que la cobertura comedida del físico, aunque también era muy apasionada e inocente que resultó estar saliendo con hombres rana.
Recuperarse y lanzarse al vacío para encontrar a alguien no era del todo demasiado fácil, ya que después del rechazo por parte de un Jaime le causó al principio un transito desleal y pensarse si seguir adelante o no, quizás fuese un auténtica locura seguir adelante e intentar buscar a aquella persona que se encontraba oculta y que sin cesar la estaba esperando, pero ¿y no hubiese nadie al otro lado de su camino y lo que le deparase al destino fuese no compartir su vagón de tren nunca?

Las películas le habían llenado la cabeza de pájaros y que estas cosas del amor eran cosa de dos días. Un sorbo más y todo habría empezado de nuevo, tendría que salir y sentarse en una de las mesas y conocer a 15 chicos en siete minutos. Es algo nuevo, algo innovador, conocer a una persona en siete minutos, algo que era la primera vez que conocía, no sabía ni como funcionaba ni como iba a suceder, ni que preguntas se le ocurriría hacer...
Atacada de los nervios, en la barra del bar esperando a que la encargada del asunto diese por abierto el speed dating. Aquella mujer tenía que dar las instrucciones pertinentes para saber como se debía de participar, te entregaban un seudónimo y voila!! a sentarse en aquella mesas pequeñas con taburetes de madera y una decoración pasada de moda.

Aunque sabía perfectamente que todo sería igual que la ultima noche ninguno votaría al sí, todos votarían al no y nada más que por su aspecto con un traje ochentero de estilo hippy y una cinta a la cabeza. Su estilo hippy nunca llamó mucho la atención a nadie en el sentido positivo, más bien al sentido negativo y múltiples habladurías a escondidas. En comparación con algunas mujeres que se encontraban en aquel lugar preparadas para empezar ella a su lado era lo más antiguo y ochentero que podía pasar por el bar. Todas pintadas come peponas y ella con un maquillaje bastante natural.
Por un momento pensó que la mejor manera era retirarse del asunto y dejarlo todo correr, si el destino había decidido que se quedara sola con su doctorado, su perro y su gato, pues debería de aceptar el destino tal y como se lo tiene preparado, pero por otro lado si le dijese eso a su abuela le daría dos cachetadas en la cara y la empujaría a que aunque fuese por ultima vez, ya que nunca había ido a un sitio de estos que lo probara, así con poco ánimo, pero oculto y presentando un falso estado de ánimo positivo participaría en aquel speed dating y, al menos a sacarle partido a algo en que al menos la bebida era gratis.



































domingo, 21 de diciembre de 2014

Retazos de una carta

Será la última vez que vuelva a verlo, será la última vez que vuelva a leer sus labios para resarcirse en una esfera de calor incandescente en el cual tan sólo ellos tendrían acceso a ella. Resarcirse en aquella nube de calor plena conseguirían tan solo como cada noche repartirse el deseo de sumirse en aquella gran bola, en la cual tan solo se sumergen ellos solos. ¡¡Qué recuerdos sumirse en aquellos lares!! ¡¡aquellas piernas, nalgas, amoríos inframundos...!! ¡¡qué alegría se pelechaba por allí!!

Por otro lado, él sumido en su desdén de intensos alfileres de recuerdos que se atañan a quedarse en su cabeza que con su fina punta consiguen quedarse en su cabeza para no volver a caerse, se agarran sin más para acabar en un simple recuerdo pesado que le impide seguir su vida con total tranquilidad. Como atañaba subirse a ese tren que tanto le gustaría subir, tener su billete para poder subir a él, pero siempre con la mala suerte encima que le obliga ha quedarse siempre en tierra. Y es que... recordarla le resultaba demasiado fácil, pero demasiado difícil de olvidar.
Absorto mirando la ventana pensativo echa de menos no haberse enamorado nunca de aquellas piernas tan suculentas, aquella falda corta que siempre se sentaba en frente de él, aquella mirada y aquella sonrisa sin más pudo con él.



No olvidará nunca aquella vez en la que su amiga Alicia se declaró ante él con una mirada, tan solo una mirada de pasión que acabó  con el rechazo por parte de él mismo. Alicia, su amiga, se llamaba como la chica del cuento, aunque era preciosa, tenía una melena corta y brillante con tono rojo que hacía juego con el pañuelo del mismo color que siempre llevaba para acicalarse del frío y, aunque era lo único que llevaba, aquel sórdido pañuelo rojo parecía más un abrigo tanto que eliminaba el frío y la humedad que con tanta suavidad se posaba sobre los cuerpos de la gente sin mediar sin más la opinión de nadie. Aquellas pecas que asomaban sobre su rostro blanco de no haberse nunca asomado ante los rayos de sol sobre aquel rostro pálido, y sin olvidar aquella mirada triste que lo decía todo. Risueña y alegre o al menos lo aparentaba, denotaba no haber tenido una vida muy alegre, llena de heridas y recuerdos que se ocultaban tras aquella apariencia. Heridas que se ocultaban sin más, pero volvían aparecer o quizás se hacían más grandes a las burlas de los demás. No era demasiado bella por fuera, pero por dentro sí que era hermosa.
Sus bonitos gestos de amabilidad y tesón acababan por mostrar toda su bondad hacía los demás, parecía no haber tenido nunca amigos o si los tenía eran pocos. No haber tenido esa experiencia de relacionarse con personas. Sentía muchísimo haberla rechazado, pero ojalá encontrara Alicia a su media naranja como ella solía decir siempre.
Él no era el indicado para ella... el deseaba a otra persona, aunque le pese lo que le pese aquella persona le había abandonado por otra, le había abandonado en una estación para coger otro tren que nunca cogería con él, uno diferente. Y allí plantado con la cara de tonto se quedó cuando se dio cuenta de que aquella chica por la cual suspiraba se había ido sin más y no había vuelto nunca.



Esa misma mañana recibió una carta que no había abierto. Su amigo Carlos le hubiera dicho: ¡¡Tú eres tonto niño!!
No podía concentrarse en aquel derecho romano que le esperaba con esas suculentas letras y una redacción semejantemente atractiva esperando a que hincara los codos para el examen, pero no lograba concentrarse. Aquel maldito recuerdo de aquella vieja hembra destartalante se asomaba con más fuerza sin poder eliminarla por completo.
Siempre había actuado con filosofía, había aplicado siempre la actitud adecuada en todo momento como aquella vez cuando Julia, una antigua novia suya del instituto, le había dado plantón y además de decirle que necesitaba aprender a darle placer a una chica y, que con lo pequeña que la tenía jamás lo conseguiría, pero aquella fierecilla llamada Julia acabó por simplemente ser absorbida y destruida como hizo en su día el suegro de Mahoma, Abu Bakr, calmando todas aquellas sublevaciones de aquellos tratados que hizo Mahoma en su día, pero a su manera consiguió que aquellas poblaciones no musulmanas bajaran la cabeza y le reconocieran como un sumo jefe, un califa que tenía toda la autoridad sobre ellos.
Toda su vida había actuado como tales personajes de la historiografía que se contemplaban en cada escena, pero esta vez no era una escena cualquiera, era una escena de dolor, angustia y un poco disparatada que de algún modo había perdido sus territorios por otros que parecían más suculentos. Aquel imperio egipcio que había perdido sus conquistas en Asia y todo por los pueblos del Mar. Quizás sonara un poco gracioso, pero sí su amigo Carlos estuviera delante de él le hubiera dado un pimporrazo y le hubiera bajado de las estrellas de un solo golpe para diferenciar los meros éxitos de la guerra y las conquistas para separarlas de su propia vida.



Por ahora el examen debía de esperar a septiembre, y empezó a leer aquella carta que la chica de las piernas y la falda corta que le había mandado. Nunca la olvidará. El gozo era demasiado para olvidar o mejor aún lo había olvidado.



"Querido pibón de oro", así empezaba la carta, así era como lo llamaba. El príncipio de aquella carta sonaba como si hubiese funcionado solo como un mero condón de usar y tirar. Y tenía toda la razón del mundo, lo suyo solo había sido puro sexo.



" Siento que lo nuestro hubiera acabado así. De hecho nunca pensé que lo nuestro hubiera acabado de esta forma, aunque en realidad nunca tuve la más remota idea de como sería el final de mi capítulo. No creo que te encuentres triste por no haber retozado aquel día, que lo hubiera cambiado por otro o por el simple hecho de haber acabado así haya sido un final fatídico. 



Me temo que te estartalaste demasiado al verme. Desde el primer día te dije que lo nuestro no iba a ser precisamente algo arrollador o brillante, algo deslumbrante, un amor placentero de los que duran toda la vida. Es cierto, que al principio jugué un poco contigo con las risas de mis amigas y demás, pero tú haciendo juego con aquella pardilla sonaba más a una parida de guerra.



Aunque he decirte tan solo una cosa: tus tumultos de hedor y diversiones nocturnas resultaban de un tanto relajante y sumidas en una humeante llama de calor que explotaba cuando creábamos aquella esfera de calor incandescente. Siento decirlo de manera poética, pero decirlo de otro modo me resultaría un tanto vulgar, pero por si no lo entiendes: Follas de puta madre.



Tu poesía se me ha pegado con tantos polvos, tantas cenas, tantas lecturas después del polvo que en realidad me resultaban un tanto pesadas, ya que mi única finalidad era aliviar aquella tensión sexual que enardecía por dentro de mi. Sinceramente lo único que me gustaba de ti era cuando follábamos en la cama, en el baño de aquella estación de tren o de la universidad... lo hicimos en tantos lugares que a veces llego a decírselo al oído a Gema y le pone demasiado. He de decirte que siento que te hubieras ido de mi casa con tanta violencia, pero a Gema la conocí hace poco y le hubiese gustado que te hubieses despedido de mi con un simple trío, ya que nos faltaba uno y ese podrías haber sido tú. A Gema le parecístes muy atractivo para la ocasión perfecta. 
Bueno, supongo que no contestarás a esta carta, pero al final la prosa queda sumida en esta carta, aunque sea corta o casi inexistente. 
Un saludo pibón."
¡¡Lo que faltaba!! lo había usado como un simple objeto sexual. Le resultaba muy poco halagador. Se había enamorado de una ninfómana sexual con tendencia al sexo femenino y a los tríos exasperados.
Era demasiado humillante para él mismo y, ¿qué le diría a su amiga de cara risueña Alicia? ¿a su amigo Carlos? le había comprado el anillo para empezar a salir juntos, le quería transmitir sus más puros sentimientos y ella le había esperado junto con una amiga para despedirse con un simple trío. Como si el no tuviera sentimientos, aunque su amigo Carlos se lo decía siempre:
"-Jaime, es puro sexo, no te hagas ilusiones. Eres una marioneta entre sus piernas"



Y sí, era cierto, era una marioneta y ella era su títere que lo manejaba en aquel teatro a su antojo. Todos lo miraban, era risa de un público infantil y adulto que se reían de el cada vez que se bajaba los pantalones y ella una títere demasiado atractiva para decirle que no, y como le hacía sentir o como conseguir levantarsela en menos de dos segundos. Aquella lengua suculenta que le acariaba siempre al principio de cada momento caliente su más preciado tesoro que conseguía que se pusiera más tiesa  que una locomotora a punto de estrellarse contra su más fiel y sincera estación, aquella estación femenina llena de vellos púbico o mejor dicho de calva púbica porque apenas tenía. Él era uno de esos hombres que añoraban el olor natural, y eso era lo que más le apasionaba de aquella chica de color castaño que suspiraba por él o mejor dicho por sus largos ambientes sexuales que le daba él a ella. Después de aquel estrello de locomotora siempre ella acababa por sumirse encima de el y atañarle un mordisco en el cuello que el gustosamente como si hubiese sido un orgullo se lo enseñaba Carlos y Alicia, aunque naturalmente después de saber que Alicia sentía algo por el siempre acababa por decírselo solo a Carlos. Sabía que de algún modo aquello le dolería a Alicia, aquella alma inocente con sumos y ganas de darlo todo, su querida amiga pelirroja, la única que había conocido y su mejor amiga.



Cuando el ambiente andaba cargado, aquella chica se convertía en una pantera deseosa de ser amada que descargaba todos sus más sentidos placeres y se sentaban encima de el, le hacían cabalgar en un carro sumido en un valle estartalante de olor a rosa y a jazmín. Cuando finalizaba aquel ambiente de risas, placer, calor de haber cabalgado en unas nalgas tan perfectas, de haber besado aquellos pechos que parecían dos montañas hermosas como la canción de Shakira, que cuando se estrujaban tenían un sabor ardiente que nada más que el podía notar. Siempre el acababa por leerle a ella un poema o un capítulo de algún libro apasionado de Wilde y ,nada más leer la carta a ella le parecía aburrido. Amante de la lectura, y ella en cambio, era amante del resplandeciente hedor a jazmín que impregnaba la habitación que de un silbido cuando las prisas le abrazaban se marchaba sin más con un simple beso en la boca y se lanzaba a los brazos de su expectante novio.



Al final resultó no entender cuales eran sus tendencias sexuales, aunque dados sus deseos, aunque estaba seguro de que sus tendencias eran más bien añoradores de la carne y el pescado. Había conocido a esa tal Gema meses antes de haber finalizado sus aventuras sexuales con ella, y solo de pensar que la había besado, había tocado cosas que esa tal tía había retozado en aquel cuerpo, en el cual su cuerpo quedaba sumergido en una aureola manchada por el asco que le producía aquella Gema con una cresta en la cabeza de color rubia y negra, varios piercings y tatuajes. Aquella punk sí que le producía asco. Aunque de algún modo le hubiese gustado mejor haberle dicho que sí a Alicia y quizás hubiese conocido aquella perpitaña persona, extraña y siniestra. Alicia era un alma errante, muy tímida y amante de la literatura. Ella hubiera amado aquella lectura o mejor aún a ella había que sacarle las cosas con sacacorchos, cuanto más tiempo pasabas con ella más la conocías, era como un baúl de los recuerdos como diría Karina. Para conocer a Alicia había que escudriñar en el fondo más profundo del corazón de Alicia.
Era una gran amiga, le hubiera querido con muchísimo orgullo, pero no la quería como para algo serio, no lograba verla como algo serio, una simple salida.