Unos minutos más tarde la
encargada daba rienda suelta al paso, todas las mujeres debían de
despojarse de sus vidas aburridas y dispararse directamente a una
mesa que se encontraban distribuidas por orden alfabético y, cuando
ya todo andaba por empezado aparecían una manada de manatíes que se
acercaban como una bula de tortolas hacía sus presas. No sabía si
era mejor haberse quedado en aquel lugar o haber huido despavorida
como lo hubiesen hecho una buena manada de ñú. Nunca juzgó a nadie
por las pintas, eso de juzgar sin más le parecía realmente absurdo
porque ella opinaba que si te resignabas a conocer a alguna de las
personas podías estar perdiendo a la persona más maravillosa de tu
vida, pero aquello no eran personas, eran águilas despavoridas y
después de todo pensó que lo mejor era salir huyendo de aquel lugar
antes de que la tomaran por un águila, antes que por una persona,
pero no podía salir corriendo así tan de repente,sino es más,
pensó que la mejor manera era quedarse un rato y sobrevolar en el
momento indicado.
Sí para Alicia resultó ser un
poco fastidiosa y pesada la noche, sin embargo a Jaime al parecer la
noche le había abrazado con disimulo y le había ayudado a rezagar
uno de sus más perspicaces necesidades masculinas que parecía haber
resultado ser un auténtico seductor y una de sus mejores noches.
En el Irish Variety de la C/
huertas tomando un Gin Tonics y celebrando la noche de hombres, de un
momento a otro, Carlos había convencido a Jaime que se despojara de
la vieja chaqueta del recuerdo de Suzanne y disfrutara de una vez por
todas del tiempo que le quedaba. Parecía sufragado y convencido
sobre la charla que le había dado su amigo y, quizás no hubiese
sido lo mejor, pero ¿porqué iba seguir sufriendo por un amor que
nunca llegó a serlo?.
Su amigo Carlos tenía razón,
el amor es solo cosa de mujeres y el era un hombres, ellos eran más
fuertes. Si Suzanne había jugado con él ¿porqué no pensar que el
mismo había también jugado sucio con ella? Puede que no obtuviera
su amor, pero si había obtenido algo que cualquier hombre hubiese
deseado, tener sexo consentido con una medio-francesa recién llegada
de Francia.
A sus 20 años Suzzanne era una
mujer espectacular y con unas curvas de infarto que a cualquiera le
hubiesen hecho llorar por tan solo tocarlas. La gracia y facialidad
de la misma habían hecho que el mismísimo Jaime disfrutara cada
noche o cada día de una de sus más delicados placeres prohibidos, y
prohibidos porque era la hija del mandamás de su empresa.
Si su jefe se enteraba que Jaime
había aprovechado para seguirle la brasera a su hija, posiblemente
ya estuviera en su casa disfrutando del paro ¿y quién iba querer a
un hombre de 35 años, de camino a los 40, con una experiencia de tan
solo unos años llevando la administración de la empresa con una
formación sencilla sobre el tratamiento de los documentos de
administración y que había entrado a trabajar gracias a su amigo
Carlos que era el jefe de sección? Era absolutamente absurdo y, es
que su amigo le dio el trabajo más fácil que el mismo podía hacer
sin el mayor esfuerzo. Aunque todo el mundo sabía que Jaime era el
enchufado y que por muy amargo que sentase, muy a su pesar, no era
más que un enchufado. Lo había aprendido todo sobre la marcha y, es
que a diferencia de sus compañeros de trabajo, el no tenía mucho
que aportar a su CV, tan solo años de experiencia y sin una
formación atractiva que ofrecer a otro empresario.
Las noches de gozo habían sido
las mejores, pero esa ya había acabado, ahora tenía que seguir
buscando territorios que conquistar como hubiesen hecho los ingleses,
así desechando el recuerdo de Suzanne y acechando nuevos
territorios. Brindando por sus alegrías tres chicas habían
suspirado por el territorio más rico de todo el pub o no?. La
soltería era demasiada diversión y había dejado de rezagar por una
sola francesa o medio-francesa ¿qué más dará lo que fuese? El
caso es que se sentía como los ingleses, lleno de vida y dispuesto
aplastar a Francia y... puede que no fuesen el imperio alemán, pero
con María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, se conformaba.
En aquel pub con un barra
alargada, una decoración cowboy había enriquecido el ambiente con
unas chicas que parecían quererse unir con un triunfante, en la que
susodicha noche olería a triunfo. Puede que más de un retablo del
barroco, parecían unos ángeles bajados del cielo dispuestos a
olvidar a la falda corta y a recibir a las nuevas. Después de unos
tragos y unos bailes en una discoteca cercana, Jaime había amanecido
con un dolor de cabeza, unas sabanas calientes y a punto de ponerse
tan frías como el hielo.
Aquella mañana unos rayos de
luz penetraban con disimulo por los agujeros de las persianas sacando
a todo aquel que se encontrara sumergido en el mundo de los sueños,
aunque para otros aquella luz ni tan siquiera molestaba. Jaime se
había despertado amargamente con la luz que le iluminaban los ojos,
rezagó las manos como si la luz fuese un insecto que volara sobre
sus ojos. A su lado se encontraba la chica de anoche y el sujetador
resoplando en el ventilador que había pasado toda la noche
funcionando, el mini-perro que recogió de la calle en la puerta del
dormitorio oliendo aquellas bragas que parecían ser suculentas para
el y que Jaime acabó por apartárselas de su nariz. Una patada al
perro hubiese bastado para apartarlo, pero prefirió sentirse alguien
amante de los animales y solo coger las bragas y dejarlas sobre la
mesilla del dormitorio.
Aquel Bichón Maltés lleno de
lana de color blanca siempre resultó ser un incordio desde el primer
día en que se lo encontró, ni tan siquiera lo consideraba un perro.
Deseaba un animal, pero no precisamente una cucaracha demoledora de
basura que pedía a gritos silenciosos un poco de comida, ya que no
comía desde ayer por la tarde y debía de tener una huelga bastante
alta en el estómago.
-¡¡Toma tu comida!! y déjame
en paz. Siempre estás comiendo.
Se había levantado con muy mal
pie y la chica ya le empezaba a incordiar. Eran las doce de la mañana
y seguía abrazada a las sabanas. Mirando la ventana del salón se
quedó como si estuviese hipnotizado, con un tazón de café en la
mano, la vida que le mostraba. Mientras que la chica que subía la
escalera con su hija pequeña que daba lugar a una plaza le recordaba
los buenos momentos que había tenido para ser alguien y, que sin
embargo habían sido desaprovechadas. Sus probabilidades para ser
alguien se agotaban mientras pasaban los días y el seguía sin
aprovechar el tiempo para el derecho romano, ni tampoco para hacer su
vida con claridad. Lo que había una noche acabado con un simple
adiós a los viejos territorios y hola a los nuevos le había
resultado por ser un cansancio y agotar su paciencia.
Así que se volvió y decidió
no esperar más, se dirigió a su dormitorio y apartó las sabanas
con brusquedad de la cama echando a la chica de la casa con gritos y
a tiros de ropa. Se había vuelto loco y deseaba estar solo y,
después de unos cuantos insultos por parte de una chica a la que
había echado y dejandola en el descansillo desnuda y sin pasar
desapercibida por las miradas de un niño pequeño que entraba con su
madre. Lupo, el mini-perro, también se llevó un buen cojinazo por
buscar el cariño de su amo que pareció ser desde siempre una meta
difícil de alcanzar.
Jaime se puso las manos sobre la
cara y empezó a llorar desgarradamente como si hubiera cometido un
crimen pasional. Nunca reconocería su estado, pero su vida siempre
fue un auténtico desastre y abrazado por las desesperación y la
incontinencia de varios años tragando los errores que había
cometido decidió sacarlos a la luz. Lupo se escondió debajo de la
cama, era el único lugar donde su amo no llegaría. Los pequeños
miedos que se aparecían a tiempos determinados salían a la luz
desquebrajando por dentro a Jaime y haciéndole recordar que su vida
no era más que un títere sin cabeza.
Sus padres no le dieron mucho
cariño, su padre le ponía los cuernos a su madre descaradamente,
las continúas discusiones nocturnas y la manutención de las
apariencias acabaron por hacer de Jaime un ser demasiado
despreocupado, viviendo la vida sin pensar en el futuro y en el que
hubiese sido de el si su amigo Carlos no hubiese estado, posiblemente
estuviese tirado en una esquina buscando un trabajo para poder
subsistir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario