miércoles, 29 de abril de 2015

Capítulo 3. RETAZOS DE UNA CARTA.

Unos minutos más tarde la encargada daba rienda suelta al paso, todas las mujeres debían de despojarse de sus vidas aburridas y dispararse directamente a una mesa que se encontraban distribuidas por orden alfabético y, cuando ya todo andaba por empezado aparecían una manada de manatíes que se acercaban como una bula de tortolas hacía sus presas. No sabía si era mejor haberse quedado en aquel lugar o haber huido despavorida como lo hubiesen hecho una buena manada de ñú. Nunca juzgó a nadie por las pintas, eso de juzgar sin más le parecía realmente absurdo porque ella opinaba que si te resignabas a conocer a alguna de las personas podías estar perdiendo a la persona más maravillosa de tu vida, pero aquello no eran personas, eran águilas despavoridas y después de todo pensó que lo mejor era salir huyendo de aquel lugar antes de que la tomaran por un águila, antes que por una persona, pero no podía salir corriendo así tan de repente,sino es más, pensó que la mejor manera era quedarse un rato y sobrevolar en el momento indicado.

Sí para Alicia resultó ser un poco fastidiosa y pesada la noche, sin embargo a Jaime al parecer la noche le había abrazado con disimulo y le había ayudado a rezagar uno de sus más perspicaces necesidades masculinas que parecía haber resultado ser un auténtico seductor y una de sus mejores noches.

En el Irish Variety de la C/ huertas tomando un Gin Tonics y celebrando la noche de hombres, de un momento a otro, Carlos había convencido a Jaime que se despojara de la vieja chaqueta del recuerdo de Suzanne y disfrutara de una vez por todas del tiempo que le quedaba. Parecía sufragado y convencido sobre la charla que le había dado su amigo y, quizás no hubiese sido lo mejor, pero ¿porqué iba seguir sufriendo por un amor que nunca llegó a serlo?.
Su amigo Carlos tenía razón, el amor es solo cosa de mujeres y el era un hombres, ellos eran más fuertes. Si Suzanne había jugado con él ¿porqué no pensar que el mismo había también jugado sucio con ella? Puede que no obtuviera su amor, pero si había obtenido algo que cualquier hombre hubiese deseado, tener sexo consentido con una medio-francesa recién llegada de Francia.
A sus 20 años Suzzanne era una mujer espectacular y con unas curvas de infarto que a cualquiera le hubiesen hecho llorar por tan solo tocarlas. La gracia y facialidad de la misma habían hecho que el mismísimo Jaime disfrutara cada noche o cada día de una de sus más delicados placeres prohibidos, y prohibidos porque era la hija del mandamás de su empresa.
Si su jefe se enteraba que Jaime había aprovechado para seguirle la brasera a su hija, posiblemente ya estuviera en su casa disfrutando del paro ¿y quién iba querer a un hombre de 35 años, de camino a los 40, con una experiencia de tan solo unos años llevando la administración de la empresa con una formación sencilla sobre el tratamiento de los documentos de administración y que había entrado a trabajar gracias a su amigo Carlos que era el jefe de sección? Era absolutamente absurdo y, es que su amigo le dio el trabajo más fácil que el mismo podía hacer sin el mayor esfuerzo. Aunque todo el mundo sabía que Jaime era el enchufado y que por muy amargo que sentase, muy a su pesar, no era más que un enchufado. Lo había aprendido todo sobre la marcha y, es que a diferencia de sus compañeros de trabajo, el no tenía mucho que aportar a su CV, tan solo años de experiencia y sin una formación atractiva que ofrecer a otro empresario.
Las noches de gozo habían sido las mejores, pero esa ya había acabado, ahora tenía que seguir buscando territorios que conquistar como hubiesen hecho los ingleses, así desechando el recuerdo de Suzanne y acechando nuevos territorios. Brindando por sus alegrías tres chicas habían suspirado por el territorio más rico de todo el pub o no?. La soltería era demasiada diversión y había dejado de rezagar por una sola francesa o medio-francesa ¿qué más dará lo que fuese? El caso es que se sentía como los ingleses, lleno de vida y dispuesto aplastar a Francia y... puede que no fuesen el imperio alemán, pero con María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, se conformaba.

En aquel pub con un barra alargada, una decoración cowboy había enriquecido el ambiente con unas chicas que parecían quererse unir con un triunfante, en la que susodicha noche olería a triunfo. Puede que más de un retablo del barroco, parecían unos ángeles bajados del cielo dispuestos a olvidar a la falda corta y a recibir a las nuevas. Después de unos tragos y unos bailes en una discoteca cercana, Jaime había amanecido con un dolor de cabeza, unas sabanas calientes y a punto de ponerse tan frías como el hielo.

Aquella mañana unos rayos de luz penetraban con disimulo por los agujeros de las persianas sacando a todo aquel que se encontrara sumergido en el mundo de los sueños, aunque para otros aquella luz ni tan siquiera molestaba. Jaime se había despertado amargamente con la luz que le iluminaban los ojos, rezagó las manos como si la luz fuese un insecto que volara sobre sus ojos. A su lado se encontraba la chica de anoche y el sujetador resoplando en el ventilador que había pasado toda la noche funcionando, el mini-perro que recogió de la calle en la puerta del dormitorio oliendo aquellas bragas que parecían ser suculentas para el y que Jaime acabó por apartárselas de su nariz. Una patada al perro hubiese bastado para apartarlo, pero prefirió sentirse alguien amante de los animales y solo coger las bragas y dejarlas sobre la mesilla del dormitorio.

Aquel Bichón Maltés lleno de lana de color blanca siempre resultó ser un incordio desde el primer día en que se lo encontró, ni tan siquiera lo consideraba un perro. Deseaba un animal, pero no precisamente una cucaracha demoledora de basura que pedía a gritos silenciosos un poco de comida, ya que no comía desde ayer por la tarde y debía de tener una huelga bastante alta en el estómago.
-¡¡Toma tu comida!! y déjame en paz. Siempre estás comiendo.
Se había levantado con muy mal pie y la chica ya le empezaba a incordiar. Eran las doce de la mañana y seguía abrazada a las sabanas. Mirando la ventana del salón se quedó como si estuviese hipnotizado, con un tazón de café en la mano, la vida que le mostraba. Mientras que la chica que subía la escalera con su hija pequeña que daba lugar a una plaza le recordaba los buenos momentos que había tenido para ser alguien y, que sin embargo habían sido desaprovechadas. Sus probabilidades para ser alguien se agotaban mientras pasaban los días y el seguía sin aprovechar el tiempo para el derecho romano, ni tampoco para hacer su vida con claridad. Lo que había una noche acabado con un simple adiós a los viejos territorios y hola a los nuevos le había resultado por ser un cansancio y agotar su paciencia.

Así que se volvió y decidió no esperar más, se dirigió a su dormitorio y apartó las sabanas con brusquedad de la cama echando a la chica de la casa con gritos y a tiros de ropa. Se había vuelto loco y deseaba estar solo y, después de unos cuantos insultos por parte de una chica a la que había echado y dejandola en el descansillo desnuda y sin pasar desapercibida por las miradas de un niño pequeño que entraba con su madre. Lupo, el mini-perro, también se llevó un buen cojinazo por buscar el cariño de su amo que pareció ser desde siempre una meta difícil de alcanzar.
Jaime se puso las manos sobre la cara y empezó a llorar desgarradamente como si hubiera cometido un crimen pasional. Nunca reconocería su estado, pero su vida siempre fue un auténtico desastre y abrazado por las desesperación y la incontinencia de varios años tragando los errores que había cometido decidió sacarlos a la luz. Lupo se escondió debajo de la cama, era el único lugar donde su amo no llegaría. Los pequeños miedos que se aparecían a tiempos determinados salían a la luz desquebrajando por dentro a Jaime y haciéndole recordar que su vida no era más que un títere sin cabeza.
Sus padres no le dieron mucho cariño, su padre le ponía los cuernos a su madre descaradamente, las continúas discusiones nocturnas y la manutención de las apariencias acabaron por hacer de Jaime un ser demasiado despreocupado, viviendo la vida sin pensar en el futuro y en el que hubiese sido de el si su amigo Carlos no hubiese estado, posiblemente estuviese tirado en una esquina buscando un trabajo para poder subsistir.


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