lunes, 30 de marzo de 2015

Retazos de una carta II

La última carta lo dejó echo pedazos. Sentado mirando a la nada, parecía que se le hiciera todo un mundo. En ese momento, se le hacía todo tan grande que una nube deseosa de acariciarle con la palma de su mano no dejaba de recordarle esas ilusiones tan perdidas y desalentadoras presentes en el cajón del olvido y, desde aquel momento solo había sido una burla desesperada de una chica caprichosa, una niña de papá.

La idea de quitársela de la cabeza no desaparecería nunca salvo si probaba de nuevo otra vez con la misma chica. Tal vez una sola llamada acabaría por simplemente quitarle el deseo de volver a cabalgar sobre esas piernas tan suaves y sedosas como la propia tela aterciopelada que una vez acabado ese deseo se escaparía como el humo del cigarrillo encendido. El recuerdo de aquellas delicadas curvas y apetitoso olor se resplandecía sobre el más puro y verdadero recuerdo que sobrevolaba en una realidad extrema, pero que tan solo el producto de su propia imaginación le hacía tan solo verla en el mismo bar donde el se encontraba.

El humo resplandeciente del cigarro enmudecido en sus pensamientos le hizo clavar su mirada en la chica que se encontraba sentada en la barra con un traje ajustado con acento sudamericano que envolvía al camarero en su aureola de encantamientos. Sin lugar a dudas sabía perfectamente que no volvería a ver nunca más aquella chica de la falda corta y que aquella chica sudamericana no le llegaba ni a la suela de los zapatos, sin embargo no pudo apartar la mirada de aquella chica.
Bastó con tan sólo una mirada para que aquel encantamiento del abandono ocaso del camarero se centrara en tan solo unos ojos que llevaban largo rato clavados en aquel cuerpo dolorido lleno de heridas que se ocultaban tras un pensamiento centrado en olvidar y tirar por la borda aquellos alfileres de recuerdos de aquella chica con falda corta. Aquellos ojos penetrantes de placer jugando a mover la pajita con la lengua, pero pensó que tal vez fuese una locura.

Sin duda alguna pensó que la mejor manera de olvidar era centrándose en el trabajo porque muchas personas se centran tanto en su trabajo que les ayuda a olvidar ciertos problemas que le ocurren en la vida, aprenden a ignorar los problemas de la vida: las tristezas que a veces dan a lugar a inyecciones de dolor que precisamente no te curan de ello, sino te obligan a quedarte con ello durante un tiempo hasta que llegue la vacuna del tiempo que templa los dolores y las fiebres para empezar una nueva vida. ¡¡Y una mierda!! la mejor cura es el trabajo, así que lo que hará mañana será levantarse temprano, le dará los buenos días a Carmen, a su jefe le entregará el proyecto que tenía pensado, le dedicará su tiempo plenamente a su trabajo y a su perro que nunca te abandona. Las mascotas nunca te abandonan y, no es que lo digan las asociaciones de animales ni ese tal partido PACMA, sino que está totalmente demostrado que los animales son mucho mejores que las personas, aunque estés triste ellos siempre te intentan animar aunque sea solo sea para que les des comer o le hagas un poco de caso por la tarde.

Aunque no sabría que opinar sobre su propia opinión, aunque ni tan siquiera sabría que diría su amigo Carlos que se acaba de entrar por la puerta y sin ton ni son se ha pedido para no variar a las once de la noche su maravilloso y rutinario Whisky doble.
-¿Qué bonita la mañana no?
-Carlos, escucha tus sonrisas me producen vómitos cuando mis mañana son tan grises como la chaqueta que llevas ahora mismo.
Carlos cuando recibía una de estas respuestas de Jaime, su compañero de trabajo, sabía perfectamente que no eran en serio. A veces la confianza daba asco, aunque en cambio a Jaime los ojos se iban perfectamente para aquella sudamericana que ansiaba pescar a un hombre que pudiera darle su comedidos todos los días y traer sus hijos a ese país y, Jaime lo sabía perfectamente porque era la misma que se sentaba en el bar a pescar el camarero o cualquier hombre deseoso de pescar una mujer nativa de la mismísimas tierras colombianas.
-Oye hombreton, ¿no me invitas a una copa?
-Lo siento belleza, pero de tanto en cuando prefiero invitar a mi mujer.
No es que Jaime tuviese mujer, pero prefiere dejar las cosas claras. Siempre pensó que el casarse está siempre demás en su vida, aunque si lograba pasar la prueba del amor quizás pudiese revolcarse entre sus sabanas con ella, pero solo una noche porque a veces algunas mujeres confunden una noche corta con una bastante larga.
Carlos ante esta conversación se encontraba entre sigilos de risas y, menos mal que estaba de espaldas a esa mujer porque de lo contrario se hubiese llevado una buena torta. No es que fuese Carlos un hombre bastante decente porque de vez en cuando sacaba sus notas infantiles para sacarlas a escondidas y otras veces sacaba el dandi seductor cuya afición era saltar de cama en cama, aunque de todas formas las sudamericanas no eran su tipo, así que gustosamente aunque Jaime quisiese ligarsela tendría todo el campo de batalla libre.

Por otro lado, Alicia enmudecida en sus sueños de encontrar o quizás olvidar al hombre que una vez la rechazó por otra mujer, pensó que la mejor manera de olvidar no era precisamente refugiarse en su trabajo como había pensado Jaime con aquella chica de la falda corta cuyo nombre era Suzanne.
Alicia era más bien una chica inocente atrapada en un mundo de fantasía y en cada parte de aquel jardín bonito en el que se encontraba eran más bien chascos y pelotas que iban directamente apalancarse en su propio camino para no dejarla seguir adelante en el mismo. Alicia, Ali para los amigos, era muy reservada y no solía contar a nadie nada de lo que le ocurría. Ella tan solo buscaba las soluciones a cualquier problema que le planteaba la vida mediante la experiencia y, quiera o no había aprendido una cosa desde lo de Jaime, pero prefería dejar las cosas como estaban. Aunque el viejo tópico de que las mujeres pelirrojas que siempre dan asco estaba a la orden del día. Todos los hombres dan asco, y que tan solo el minúsculo cerebro masculino solo aprecia el físico y el color rojo produce vómitos. Puede que fuese una exageración, pero lo que estaba segura era de que quizás no resultase como ella había previsto.
Nunca fue demasiado coqueta y se centró demasiado en su doctorado, aunque el centrarse en su doctorado no fue nunca motivo alguno para no ser lo suficientemente coqueta. Siempre apreció más la naturaleza real que la cobertura comedida del físico, aunque también era muy apasionada e inocente que resultó estar saliendo con hombres rana.
Recuperarse y lanzarse al vacío para encontrar a alguien no era del todo demasiado fácil, ya que después del rechazo por parte de un Jaime le causó al principio un transito desleal y pensarse si seguir adelante o no, quizás fuese un auténtica locura seguir adelante e intentar buscar a aquella persona que se encontraba oculta y que sin cesar la estaba esperando, pero ¿y no hubiese nadie al otro lado de su camino y lo que le deparase al destino fuese no compartir su vagón de tren nunca?

Las películas le habían llenado la cabeza de pájaros y que estas cosas del amor eran cosa de dos días. Un sorbo más y todo habría empezado de nuevo, tendría que salir y sentarse en una de las mesas y conocer a 15 chicos en siete minutos. Es algo nuevo, algo innovador, conocer a una persona en siete minutos, algo que era la primera vez que conocía, no sabía ni como funcionaba ni como iba a suceder, ni que preguntas se le ocurriría hacer...
Atacada de los nervios, en la barra del bar esperando a que la encargada del asunto diese por abierto el speed dating. Aquella mujer tenía que dar las instrucciones pertinentes para saber como se debía de participar, te entregaban un seudónimo y voila!! a sentarse en aquella mesas pequeñas con taburetes de madera y una decoración pasada de moda.

Aunque sabía perfectamente que todo sería igual que la ultima noche ninguno votaría al sí, todos votarían al no y nada más que por su aspecto con un traje ochentero de estilo hippy y una cinta a la cabeza. Su estilo hippy nunca llamó mucho la atención a nadie en el sentido positivo, más bien al sentido negativo y múltiples habladurías a escondidas. En comparación con algunas mujeres que se encontraban en aquel lugar preparadas para empezar ella a su lado era lo más antiguo y ochentero que podía pasar por el bar. Todas pintadas come peponas y ella con un maquillaje bastante natural.
Por un momento pensó que la mejor manera era retirarse del asunto y dejarlo todo correr, si el destino había decidido que se quedara sola con su doctorado, su perro y su gato, pues debería de aceptar el destino tal y como se lo tiene preparado, pero por otro lado si le dijese eso a su abuela le daría dos cachetadas en la cara y la empujaría a que aunque fuese por ultima vez, ya que nunca había ido a un sitio de estos que lo probara, así con poco ánimo, pero oculto y presentando un falso estado de ánimo positivo participaría en aquel speed dating y, al menos a sacarle partido a algo en que al menos la bebida era gratis.



































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