domingo, 21 de diciembre de 2014

Retazos de una carta

Será la última vez que vuelva a verlo, será la última vez que vuelva a leer sus labios para resarcirse en una esfera de calor incandescente en el cual tan sólo ellos tendrían acceso a ella. Resarcirse en aquella nube de calor plena conseguirían tan solo como cada noche repartirse el deseo de sumirse en aquella gran bola, en la cual tan solo se sumergen ellos solos. ¡¡Qué recuerdos sumirse en aquellos lares!! ¡¡aquellas piernas, nalgas, amoríos inframundos...!! ¡¡qué alegría se pelechaba por allí!!

Por otro lado, él sumido en su desdén de intensos alfileres de recuerdos que se atañan a quedarse en su cabeza que con su fina punta consiguen quedarse en su cabeza para no volver a caerse, se agarran sin más para acabar en un simple recuerdo pesado que le impide seguir su vida con total tranquilidad. Como atañaba subirse a ese tren que tanto le gustaría subir, tener su billete para poder subir a él, pero siempre con la mala suerte encima que le obliga ha quedarse siempre en tierra. Y es que... recordarla le resultaba demasiado fácil, pero demasiado difícil de olvidar.
Absorto mirando la ventana pensativo echa de menos no haberse enamorado nunca de aquellas piernas tan suculentas, aquella falda corta que siempre se sentaba en frente de él, aquella mirada y aquella sonrisa sin más pudo con él.



No olvidará nunca aquella vez en la que su amiga Alicia se declaró ante él con una mirada, tan solo una mirada de pasión que acabó  con el rechazo por parte de él mismo. Alicia, su amiga, se llamaba como la chica del cuento, aunque era preciosa, tenía una melena corta y brillante con tono rojo que hacía juego con el pañuelo del mismo color que siempre llevaba para acicalarse del frío y, aunque era lo único que llevaba, aquel sórdido pañuelo rojo parecía más un abrigo tanto que eliminaba el frío y la humedad que con tanta suavidad se posaba sobre los cuerpos de la gente sin mediar sin más la opinión de nadie. Aquellas pecas que asomaban sobre su rostro blanco de no haberse nunca asomado ante los rayos de sol sobre aquel rostro pálido, y sin olvidar aquella mirada triste que lo decía todo. Risueña y alegre o al menos lo aparentaba, denotaba no haber tenido una vida muy alegre, llena de heridas y recuerdos que se ocultaban tras aquella apariencia. Heridas que se ocultaban sin más, pero volvían aparecer o quizás se hacían más grandes a las burlas de los demás. No era demasiado bella por fuera, pero por dentro sí que era hermosa.
Sus bonitos gestos de amabilidad y tesón acababan por mostrar toda su bondad hacía los demás, parecía no haber tenido nunca amigos o si los tenía eran pocos. No haber tenido esa experiencia de relacionarse con personas. Sentía muchísimo haberla rechazado, pero ojalá encontrara Alicia a su media naranja como ella solía decir siempre.
Él no era el indicado para ella... el deseaba a otra persona, aunque le pese lo que le pese aquella persona le había abandonado por otra, le había abandonado en una estación para coger otro tren que nunca cogería con él, uno diferente. Y allí plantado con la cara de tonto se quedó cuando se dio cuenta de que aquella chica por la cual suspiraba se había ido sin más y no había vuelto nunca.



Esa misma mañana recibió una carta que no había abierto. Su amigo Carlos le hubiera dicho: ¡¡Tú eres tonto niño!!
No podía concentrarse en aquel derecho romano que le esperaba con esas suculentas letras y una redacción semejantemente atractiva esperando a que hincara los codos para el examen, pero no lograba concentrarse. Aquel maldito recuerdo de aquella vieja hembra destartalante se asomaba con más fuerza sin poder eliminarla por completo.
Siempre había actuado con filosofía, había aplicado siempre la actitud adecuada en todo momento como aquella vez cuando Julia, una antigua novia suya del instituto, le había dado plantón y además de decirle que necesitaba aprender a darle placer a una chica y, que con lo pequeña que la tenía jamás lo conseguiría, pero aquella fierecilla llamada Julia acabó por simplemente ser absorbida y destruida como hizo en su día el suegro de Mahoma, Abu Bakr, calmando todas aquellas sublevaciones de aquellos tratados que hizo Mahoma en su día, pero a su manera consiguió que aquellas poblaciones no musulmanas bajaran la cabeza y le reconocieran como un sumo jefe, un califa que tenía toda la autoridad sobre ellos.
Toda su vida había actuado como tales personajes de la historiografía que se contemplaban en cada escena, pero esta vez no era una escena cualquiera, era una escena de dolor, angustia y un poco disparatada que de algún modo había perdido sus territorios por otros que parecían más suculentos. Aquel imperio egipcio que había perdido sus conquistas en Asia y todo por los pueblos del Mar. Quizás sonara un poco gracioso, pero sí su amigo Carlos estuviera delante de él le hubiera dado un pimporrazo y le hubiera bajado de las estrellas de un solo golpe para diferenciar los meros éxitos de la guerra y las conquistas para separarlas de su propia vida.



Por ahora el examen debía de esperar a septiembre, y empezó a leer aquella carta que la chica de las piernas y la falda corta que le había mandado. Nunca la olvidará. El gozo era demasiado para olvidar o mejor aún lo había olvidado.



"Querido pibón de oro", así empezaba la carta, así era como lo llamaba. El príncipio de aquella carta sonaba como si hubiese funcionado solo como un mero condón de usar y tirar. Y tenía toda la razón del mundo, lo suyo solo había sido puro sexo.



" Siento que lo nuestro hubiera acabado así. De hecho nunca pensé que lo nuestro hubiera acabado de esta forma, aunque en realidad nunca tuve la más remota idea de como sería el final de mi capítulo. No creo que te encuentres triste por no haber retozado aquel día, que lo hubiera cambiado por otro o por el simple hecho de haber acabado así haya sido un final fatídico. 



Me temo que te estartalaste demasiado al verme. Desde el primer día te dije que lo nuestro no iba a ser precisamente algo arrollador o brillante, algo deslumbrante, un amor placentero de los que duran toda la vida. Es cierto, que al principio jugué un poco contigo con las risas de mis amigas y demás, pero tú haciendo juego con aquella pardilla sonaba más a una parida de guerra.



Aunque he decirte tan solo una cosa: tus tumultos de hedor y diversiones nocturnas resultaban de un tanto relajante y sumidas en una humeante llama de calor que explotaba cuando creábamos aquella esfera de calor incandescente. Siento decirlo de manera poética, pero decirlo de otro modo me resultaría un tanto vulgar, pero por si no lo entiendes: Follas de puta madre.



Tu poesía se me ha pegado con tantos polvos, tantas cenas, tantas lecturas después del polvo que en realidad me resultaban un tanto pesadas, ya que mi única finalidad era aliviar aquella tensión sexual que enardecía por dentro de mi. Sinceramente lo único que me gustaba de ti era cuando follábamos en la cama, en el baño de aquella estación de tren o de la universidad... lo hicimos en tantos lugares que a veces llego a decírselo al oído a Gema y le pone demasiado. He de decirte que siento que te hubieras ido de mi casa con tanta violencia, pero a Gema la conocí hace poco y le hubiese gustado que te hubieses despedido de mi con un simple trío, ya que nos faltaba uno y ese podrías haber sido tú. A Gema le parecístes muy atractivo para la ocasión perfecta. 
Bueno, supongo que no contestarás a esta carta, pero al final la prosa queda sumida en esta carta, aunque sea corta o casi inexistente. 
Un saludo pibón."
¡¡Lo que faltaba!! lo había usado como un simple objeto sexual. Le resultaba muy poco halagador. Se había enamorado de una ninfómana sexual con tendencia al sexo femenino y a los tríos exasperados.
Era demasiado humillante para él mismo y, ¿qué le diría a su amiga de cara risueña Alicia? ¿a su amigo Carlos? le había comprado el anillo para empezar a salir juntos, le quería transmitir sus más puros sentimientos y ella le había esperado junto con una amiga para despedirse con un simple trío. Como si el no tuviera sentimientos, aunque su amigo Carlos se lo decía siempre:
"-Jaime, es puro sexo, no te hagas ilusiones. Eres una marioneta entre sus piernas"



Y sí, era cierto, era una marioneta y ella era su títere que lo manejaba en aquel teatro a su antojo. Todos lo miraban, era risa de un público infantil y adulto que se reían de el cada vez que se bajaba los pantalones y ella una títere demasiado atractiva para decirle que no, y como le hacía sentir o como conseguir levantarsela en menos de dos segundos. Aquella lengua suculenta que le acariaba siempre al principio de cada momento caliente su más preciado tesoro que conseguía que se pusiera más tiesa  que una locomotora a punto de estrellarse contra su más fiel y sincera estación, aquella estación femenina llena de vellos púbico o mejor dicho de calva púbica porque apenas tenía. Él era uno de esos hombres que añoraban el olor natural, y eso era lo que más le apasionaba de aquella chica de color castaño que suspiraba por él o mejor dicho por sus largos ambientes sexuales que le daba él a ella. Después de aquel estrello de locomotora siempre ella acababa por sumirse encima de el y atañarle un mordisco en el cuello que el gustosamente como si hubiese sido un orgullo se lo enseñaba Carlos y Alicia, aunque naturalmente después de saber que Alicia sentía algo por el siempre acababa por decírselo solo a Carlos. Sabía que de algún modo aquello le dolería a Alicia, aquella alma inocente con sumos y ganas de darlo todo, su querida amiga pelirroja, la única que había conocido y su mejor amiga.



Cuando el ambiente andaba cargado, aquella chica se convertía en una pantera deseosa de ser amada que descargaba todos sus más sentidos placeres y se sentaban encima de el, le hacían cabalgar en un carro sumido en un valle estartalante de olor a rosa y a jazmín. Cuando finalizaba aquel ambiente de risas, placer, calor de haber cabalgado en unas nalgas tan perfectas, de haber besado aquellos pechos que parecían dos montañas hermosas como la canción de Shakira, que cuando se estrujaban tenían un sabor ardiente que nada más que el podía notar. Siempre el acababa por leerle a ella un poema o un capítulo de algún libro apasionado de Wilde y ,nada más leer la carta a ella le parecía aburrido. Amante de la lectura, y ella en cambio, era amante del resplandeciente hedor a jazmín que impregnaba la habitación que de un silbido cuando las prisas le abrazaban se marchaba sin más con un simple beso en la boca y se lanzaba a los brazos de su expectante novio.



Al final resultó no entender cuales eran sus tendencias sexuales, aunque dados sus deseos, aunque estaba seguro de que sus tendencias eran más bien añoradores de la carne y el pescado. Había conocido a esa tal Gema meses antes de haber finalizado sus aventuras sexuales con ella, y solo de pensar que la había besado, había tocado cosas que esa tal tía había retozado en aquel cuerpo, en el cual su cuerpo quedaba sumergido en una aureola manchada por el asco que le producía aquella Gema con una cresta en la cabeza de color rubia y negra, varios piercings y tatuajes. Aquella punk sí que le producía asco. Aunque de algún modo le hubiese gustado mejor haberle dicho que sí a Alicia y quizás hubiese conocido aquella perpitaña persona, extraña y siniestra. Alicia era un alma errante, muy tímida y amante de la literatura. Ella hubiera amado aquella lectura o mejor aún a ella había que sacarle las cosas con sacacorchos, cuanto más tiempo pasabas con ella más la conocías, era como un baúl de los recuerdos como diría Karina. Para conocer a Alicia había que escudriñar en el fondo más profundo del corazón de Alicia.
Era una gran amiga, le hubiera querido con muchísimo orgullo, pero no la quería como para algo serio, no lograba verla como algo serio, una simple salida.







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