Que lata es tener que subir al tren como cada mañana para ir al
trabajo, resulta tan ensordecedor, y a la vez tan imponente y aburrido.
Cómo cada mañana todo se complica: tener que levantarse temprano, ver a
las mismas personas de siempre que ya se ha convertido en una mera
costumbre.
Ni tan siquiera se despide de su mujer, sale sin más, y
con el frío y la oscuridad de la mañana aún se marcha lentamente a la
estación de tren. Tiene tantas ganas de que lo trasladen de trabajo, que
por una parte se quedó en Sevilla para no mudarse y rechazó el puesto
que le encomendaba la empresa, hubiera ganado más sí, pero en este
populacho pequeño que cada vez más atañaba a querer ser una ciudad
grande e importante como en los viejos tiempos le hacía sentir cómodo.
Quiere ser recordada por su pasado, pero no se han dado cuenta que
convertirse en una gran ciudad requiere mucha responsabilidad y eso
inquieta al gobierno local. Quieren hacer de una ciudad llena de mugre
humana una gran ciudad de categoría que resuena a pantonfila.
Esta
mañana se acerca el frío, no soporta ver como las pocas personas que
caminan en las sombras de la noche resultan sentir el calor de la
placida mañana oscura. Se ha llevado una chaqueta para quitarse el frío,
el sueño y las pocas ganas de ir al trabajo le resoplan en el oído, las
tentaciones de hacerse el enfermo le corroen por dentro.
Un ruido le
asola por la oscuridad de la calle, visualiza alguien a lo lejos por la
luz de la farola que ilumina la figura, tan solo ve una figura
mancillada por la oscuridad, parece correr. El miedo le aturrulla por el
cuerpo, la calle dejó de ser segura hace mucho tiempo, el escalofrío de
aquel accidente aquella noche aún le añora. Nunca olvidará aquel
momento ni aquel lugar ni aquella noche... tan oscura, teme que le
vuelva ocurrir lo mismo, pero por un lado experimenta la sensación de
que le vuelva a ocurrir, aunque no sea de buen grado que le suplanten
los huesos con varios palos, pero le resulta encantador el tener que
volver a ver aquella enfermera que tanto le cuidaba, aunque todo ese
gran sueño que sufría todo se desvaneciera con el dulce olor y amargo de
su mujer. ¡¡¡Que lata le dió!!!, no le dejaba ni descarsar ni un rato de su
presencia. La pasión en su añorado matrimonio acabó siendo una
pesadilla que de tan mal grado fue su matrimonio que ni tan siquiera sabe
porque narices se le ocurrió con aquella morsa salvaje.
¡Lo
típico! mujer extremedamente atractiva, rubia con ojos azules, unas
caderas y unos pechos de infarto le hicieron olvidarse de que el
matrimonio era una auténtica locura. El era feliz soltero y sin
compromiso, sin nadie que le aturrulle, sin que nadie le dijera a donde
dejar los calzoncillos, que colonia o que ropa usar en cada momento.
Sería el solteron de su familia ¡¡qué feliz sería!! y eso que se lo
pensó antes de marcharse a la iglesia, pero debió de haber tardado más de lo
normal en la iglesia y haberla dejado plantada en el altar y haberse
marchado a Alemania, haber retozado entre las nalgas de cualquier
alemana, quizás hubiese sido un gran economista... rodeado de gente
importante, sería un genio de la economía e incluso hubiera conocido a
Merkel.
De tal momento considera que debería de bajar de las nubes y
ponerse bien el manto de la impotencia ante la violencia. Aquel ser que se acercaba abrigado por la iluminación de la farola a lo lejos cada vez
está más cerca y cada vez se confunde aun más con las sombras oscuras, y se acerca con un ritmo constante, sin parar, y teme
perder su cabeza.
¿Debería de rezar porque aquel ser no le
haga daño? le daría todo el dinero, no tiene absolutamente nada. No hay
ni un alma en la calle y el miedo le invade por dentro. Siente que
posiblemente sea la ultima noche que goze en su vida, puede que sea el ultimo
respiro por el cual su vida le obligue a decir adios a su pesadilla de
vida justamente cuando iba a pedirle el divorcio a su mujer, y no
resultaría.
Este motivo del divorcio de la pasión obstinada e
inexistente de su matrimonio le daba vueltas en su cabeza
constantemente, se colocaba sin más... pero se hacía la pregunta ¿qué
haría yo divorciado? ¿a quién vería? Oh! sí, a Carmen, ella era la única
que le sacaba la disputa del amor consentido que sentía hacía su mujer.
Eso sí que era disfrutar de aquellos gozos entre semana. Era la única
que se la levantaba y le hacía sufrir entre gozos de alegría, esos gozos
de sufragante temerosidad de orgasmos le recordaban no estar
correspondientes a su edad.
Consideraba que si alguna vez le llegara su
hora sería retozando entre sabanas con una mujer extremadamente
atractiva, morir del placer terrenal, eso sería su añorada alegría.
Prefiere mantener la mente ocupada en esas cosas antes que estar
pensando en su final. Se acercará a el ese ser solitario, le sacará una
navaja y el dará todo el dinero que tiene, le pedirá hasta el nuevo
móvil que le ha regalado su hija por su cumpleaños, y ¿qué le dirá a su
hija?, le quitará el anillo de oro de su tonto y asqueroso compromiso de
boda que por un lado se lo regalaría de buen grado, y por ultimo
quizás le quite el traje y los zapatos nuevos de color marrón
oscuro...
Preparado para el desafío, le entregará absolutamente todo
hasta el cordón de sus zapatos, cierra los ojos, aprieta la cartera que
sostiene en la mano de derecha donde lleva todos los documentos del
trabajo, suda como un bellaco, su final se acerca y quedará bañado por
la fría oscuridad de la noche..., pero un ligero aire le pasa por la
cara. El sigue andando, pero no le ocurre nada, parece ser que el ladrón
se ha arrepentido.
Cuando su final se acercaba resulta de
que el ladrón le ha perdonado la vida, se ha dado cuenta de que es un
simple trabajador con una vida injusta que el mismo eligió. El ladrón lo
ha castigado, le ha leído sus pensamientos y ahora ni tan siquiera le
roba. Abre los ojos y mira hacía atrás, pero... FALSA ALARMA... era el
corredor de todas las mañanas. Un vecino que corre todas las mañanas a
esa hora... que mal ha quedado, ha quedado como un pardillo ¿qué
pensaría aquel hombre cuando le viera con los ojos cerrados y temeroso
de miedo? Seguramente habría pensado que se le habría ido la cabeza,
aunque más ido estaría si le hubiese dicho que estaba casado. Seguro que
le hubiera apoyado a no hacerlo, pero para mantener a papá y a mamá
contentos de que su hijo era ¿un gran padre de familia? ¿que tenía la
batalla ganada con aquella mujer? todos los días piensa en que sus padres
eran muy felices casados, pero desde luego ellos nunca vieron la
negatividad, pesadez y avaricia del matrimonio. El matrimonio implica
una avaricia sugerente de tener ¿hijos?. Quería a su hija porque ya la
había criado, estaba estudiando en la universidad, y eso le hacía quiera o
no quererla, pero la putrefacción al verla nacer, aquel
pensamiento de estrangularla y nublarla de su vida para siempre para no
hacerle una vida más amarga de lo que ya lo es le estremece. No se
arrepentiría de hacerlo, lo volvería hacer una y otra vez, pero
finalmente no lo hizo. Cuando estuvo a punto de querer sacarla de su
vida, apareció su cuñado necio para contarle sus absurdas batallitas
pasajeras de lo que conlleva ser un simple cojo: que la gente lo mira
mal, que si la paga se la han recortado... ¡¡qué le importará a el eso!!
Vaya
camino... triste e insignificante. Aquella estación de estilo barroco
le nublaba todo el pensamiento de fugarse. Quedaba sujeto a su vida de
por vida, no conseguiría escarparse nunca de aquella putrefacta
pesadilla y ardía sin más.
La fortuna se reía de el todos los días,
aquellos años tan vanidosos en los que bailaba la unión cuando escuchaba
la canción del hombre lobo ¡¡oh, añorados y hermosos tiempos!! como
añoraba aquella morenaza que se le presentó en la fiesta delante de el,
le cogió el culo y lo arrastró al baño para sacarle hasta el último
aliento de sus entrañas... eso sí que era vida. Suspira recordando
aquellos tiempos en sus flácidos pensamientos, aún hecha de menos esos
tiempos... pero los olvida porque nada más de mirarse así mismo al
espejo le produce un asco tremendo.
Justo ahora iría a ver al
antipático de taquilla, pero como siempre todos los retazos de personas
que llegan tarde se van de viaje... y tienen que molestarle justo en
ese momento para comprar el billete para marchar a Córdoba, Sevilla,
Jaén... ¡¡inútiles!!, tenéis que estar envenenando el tren con vuestro sucio y
pantanoso culo en los asientos, quitárselos a los que verdaderamente
vamos a trabajar.
Bueno, y no hablemos de las personas con las que
coincide todas las mañanas a trabajar, a los que tiene que verles su
espantosa cara que dibujan un sonrisa falsa diciéndote:
- ¡¡Buenos días!!.
Asquerosos falsos, un día te hablan y al día siguiente ni existes. Se
sientan a tu lado en el tren y si no les saludas te miran mal, pero si ya
no me saludas ¿para que voy hacerlo ahora?. Quieren un saludo por haberse
sentado a tu lado, son tan falsos que no merecen ni un absurdo saludo
¡¡qué asco de gente!!, prefería que todos ellos murieran o se los
tragara la tierra para que no sacaran su asquerosa sonrisa al mirarte.
Cuando te das la vuelta siempre escuchas risas y pavores entre los más
imbéciles, aunque hay otros que ni tan siquiera saludan, no se hablan
con nadie. Esos eran los que valían la pena, los que no se ríen ni
saludan a nadie, ni buscan el calor del saludo de alguien habitual.
Estaba
tan acostumbrado a la gran capital cuando estuvo trabajando allí que no
tenía ni tan siquiera el compromiso de tener que saludar a nadie. No
conocía nadie,como cada mañana siempre había gente nueva, aunque de vez en
cuando coincidía con alguien habitual, pero siempre andaban pensando en
sus cosas.
Una vez subido al tren tienes que sentarte, buscar
el sitio que te ha tocado porque sino luego llegan y te dicen con la
cara de añojo espantado de por la mañana:
-Perdona, ese es mi sitio.
Y le
tienes que sonreír porque luego encima te miran mal... y exigen encima
su sitio. Levantas todo el tinglado, y te marchas a tu sitio, y con la
mala suerte que te toca al revés y en un lugar donde se encuentran
cuatro asientos donde no puedes ni estirar los pies, y tienes que
mirarle la cara de mierda frita al de en frente que está ensimismado
mirando el móvil... que empieza a mandarle mensajes instantáneos a la otra
persona que tiene al otro lado del teléfono que sonríe cuando lee el
mensaje del otro gilipollas que le ha mandado el mensaje.
Deberían de
crucificar al genio que inventó el mensaje instantáneo.. oh!!, perdón, que
el está anticuado, ahora se llama WASSAP o LINE o como coño se llame, y los mensajes son gratis... y
una mierda!! los mensajes los pagas tú, imbécil de la vida, lo que pasa
que ahora tienen un chollo las telefonías móviles y te cobran la tarifa
plana de internet por el doble... ¡¡niñatos panfilos que se creen muy
chulos por tener un gran móvil!! ensimismados en una tecnología que
apunta a que seamos más modernos y lo hagamos todo más cómodo porque
ahora ya se puede comprar el billete de RENFE por internet sin tener que
moverte de casita. Oh, sí, claro y luego con el móvil dicen:
-Mira, he comprado el billete por internet y lo tengo en el móvil.
-Y a mi qué me importa sucia sabandija pandillera.
El
tren se pone en marcha, pero siempre hay alguien que no encuentra su
sitio y se ha subido en cualquier vagón...
Solo hay tres personas sentadas: el pánfilo ensimismado en el móvil, él,
y al lado de él hay un hombre que cada vez que empieza a leer un
párrafo se queda dormido. Malditos aficionados a la lectura, quieren
comportarse como un gran amante a la lectura, pero nunca lo consiguen.
Enganchados a la tecnología se han dado cuenta de lo que conlleva tener
una gran adicción a la tecnología y quieren probar suerte
desenganchandose leyendo libros. Pobres ignorantes, nunca conseguirán
apreciar la lectura como el lo hace, ni soñando.
Abre el portátil y
se pone a trabajar en aquella mesa sin sitio para poner nada, la
cartera la ha tenido que dejar en la estantería superior a su asiento,
la chaqueta se la deja puesta porque el frío del aire acondicionado ha
concentrado el frío polar en el vagón e incluso de buena gana se
apretaría aún más la corbata.
La primera parada que hace el tren
es el aeropuerto de Jerez, pero no se baja nadie. Aquella parada es peor
que su calle solitaria. Aún es de noche y todo queda bañado en la
oscuridad inmersa. Una estación muerta, para empresarios muertos que se
han gastado un dineral en algo que no tiene sentido. Así son los
políticos en Andalucía, gastan dinero simplemente por hacerlo.
El
silencio baña todo el vagón hasta la siguiente parada "Lebrija", un
pueblo de parados y analfabetos que no entienden ni tan siquiera que es
es lo que es el silencio y el respeto... ni aún así sus añorad@s jóvenes
conseguirían ensimismarse en lo que se llamaría estar al nivel. Seguirán
siendo unos pardillos, sintiéndolo mucho por su padre que era de ese
pueblo, pero no conseguiría nunca pertenecer al nivel que el llegó, y no
porque no hubiera tenido la oportunidad de estudiar, siempre fue un
párdulo al lado de suya, quiso ocultar su verdadera identidad de aquel
pueblo para pertenecer a un sector de ciudad más selecto que nunca llegó
a pertenecerle.
Sus ojos parecen haberse dado cuenta antes
que al lado del ensimismado del móvil se ha sentado una chica joven con
caderas muy pavorosas, con tendencia a las curvas exageradas, unas grasas
panfletas que se sobresalen de la camisa. Sus ojos se encuentran, y
prefiere evitarlo. La muchedumbre los aturullaría si supiera que siente
algo por un ser tan insignificante como eso, no se le pasaría ni por
todo el oro del mundo. Su gusto es más subersivo, más seductor, más
agradable y más verdugo a la vez, su fantasía erótica lo había invadido y
ahora se imaginaba retozando entre las sabanas de Christine Dolce,
aquella modelo tan atractiva que le saca de sus casillas, pero no sabe
porque no puede evitar quitarle los ojos de encima; unos pechos de
infarto le sobresalen del inframundo, y le envenenan con su mirada de
loco retozante de querer beberselos. El traje corto se pega a su cuerpo
dejando transparentar las formas femeninas de su cálido cuerpo, y
aquella pavorosa grasa le deja unas formas deformes a través de la
camisa. Desea que alguien la desee, desea que alguien se fije en ella y
se olvide de sus constantes complejos.
El pelo rizado rubio le cae
sobre los hombros, escucha música a través del móvil...parece
ensimismada en su mundo musical sin darse cuenta de la aureóla en la que
el está envuelta.
Siente el calor que le invade, se pasa la mano por
el pelo grisáceo que le muestra el sudor de la frente, y evita mirarla
intentando concentrarse de nuevo en su portátil, pero sus ojos vuelven a
salir del documento para encontrarse de nuevo con aquellos ojos que se
encuentran entretenidos en el móvil cambiando de canción. El calor le
sigue invadiendo por todo el cuerpo, no sabe lo que le está ocurriendo y
se limpia el sudor de la frente con el pañuelo que tiene en la chaqueta, y
una mirada ultima de reojo por sus formas acaban en un cambio de piernas
dejando ver el muslo.
Aquella bola de grasa maquillada le hace
sentir a ella misma olvidar su aspecto y no sentirse castigada por su
frustración de no ser tan delgada como a ella le hubiese gustado.
Aprendiendo aceptarse así misma, le lleva de nuevo a la universidad, y
esquivando de que alguien le lance alguna mirada negativa sobre su
aspecto. La pesadilla que está viviendo le atavía en un sin vivir,
comiendo sandwiches vegetales y comida vegetal en casa, haciendo
ejercicio le hace olvidarse un poco de las grasas que le impiden
sentirse en un ambiente más hostil y cómodo.
Por cualquier sitio que pasa
siempre hay alguien que le mira con asco, pero ella no necesita o al
menos lo intenta no necesitar a nadie que le quiera, ni la acepte porque tiene
que aprender aceptarse, además ya ha perdido más de 20 kilos y aunque
se siente mejor, pero su salud sigue en peligro, y quiere quitarse la
idea de perder kilos por una estética pulcra que ocupa las mentes de
todo el mundo castigando a los que no lo cumplen: anuncios de tv y
prensa, miradas...
Intenta retener la idea de que pierde kilos por su
salud y olvidarse de aquella dieta tan molesta que le impide comer con
normalidad. Escucha música para no escuchar los comentarios absurdos y
pensamientos molestos que se asoman tras las miradas de todas ellas...
quiere sentirse bien por una vez, y la música parece distraerla,así que una
buena canción de Lady Gaga le hace olvidarse de todo, un variado de The
beatles, pink floyd, ranconteurs, Lilly Allen, Adele... y como no la
estrella de su lista: Queen... Todo ello le hace olvidarse de esas ideas pesadas
que se suben en su cabeza, se adueñan de ella y le hacen comer más, de
inyectarse una raya de azúcar convertida en una caña de un dulce
chocolate que deja un sabor, además se le deshace en la boca...
El
aún tras el portátil se vuelve a encontrar con aquella mirada que le
mira indiferente. Sus pensamientos se nublan en otro mundo, padecen otro
síntoma de la felación del gusto por la moda de sentirse aún mejor. Su
sudor, pudor le van envolviendo como si fuera una manta férrea. Imagina
como se entrentendría retozando sin dejar de pensar ni un solo momento
en aquellos pechos, aquellas curvas seductoras y anormales que se
estremecen, pero vuelven a sentirse menos pudorosas a la hora de salir y
transformarse en sobresalientes y flácidas carnes cubiertas por el
tejido de la ropa, mientras el siente como su acusada entrepierna
escondida tras el suburbio oscuro de sus pantalones puede notar como
empieza notarse como si de un suave subidón se tratase. Sin asomarse el
ala tan descarado, el podía notar como parece reventarse el aturrullo de
querer viajar por esas nalgas tan seductoras llenas de grasa.
Al fondo
unas chicas parecen reírse sin parar de aquella chica y una mirada
procedente de la otra fila lo mira con acusación de ser un viejo verde.
Quizás dentro de el mismo asuma esa responsabilidad, pero desde luego no
sabía lo que le ocurría por el calor que le invade, las ganas de
retozar con aquella falda que asoma unos muslos grasientos e incluso
inquietos por las burlas de aquellas chicas. Los comentarios típicamente
graciosos, resultaron ser un poco incómodos, aunque ella ya estuviera
acostumbrada, pero el sudor que se le yacía, las miradas del hombre del
peno cano y de las demás personas le hacía con impacientadas ganas de
querer salir de allí.
Aquel pelo rubio teñido mostraba las raíces
morenas de aquel tinte gastado, su pelo rizado calificante de aparentar
tenerlo rizado dibujaban unas hondas que le caían por los
hombros, aquel maquillaje que escondía una personalidad arrolladora y
acomplejada, y la temeridad a la verguenza de haber enseñado unos muslos
le causaba una aturrullo de timidez inquieta.
¿Pero como ocultar
aquel subidón de su entrepierna? no sabe como, debía de ocultarlo. No le
ocurre ya ni tan siquiera con su mujer. Aquellas fantasías eróticas y
reticentes siguen apareciendo en su cabeza como flashes e intenta limpiar
su mente y entretenerse mirando la ventana, pero sin querer mira
hacía el otro lado intentando encontrarse con aquel escote que deja ver
un poco aquel canalillo llamativo para su pensar. Aún así en la
parada de Dos Hermanas siente como le ha jugado una mala pasada puesto
que asegura haberse manchado un poco los calzoncillos, los vellos se
ponen de punta cuando advierten de querer probar un pellizco de aquellas
carnes femeninas y no de aquel documento delante de él de finanzas. ¿Sé
lo iba negar? por supuesto que sí, no tenía más remedio.
Ni que fuera
una puta, le encantaría cogerla por la cabeza y darle la vuelta, demás
penetrarle hasta que sintiera su miembro viril dentro de ella, chuparle
los pechos y darle besos hasta en los ojos, pero era tan exagerado.
Hacía tiempo que ya no lo hacía con su mujer, y que ya no veía a
Carmen, no tenía más remedio. ¿La cogería en el cuarto de baño? ¿hacía
dónde se dirigirá? la idea de forzarla le parecía tan horrible, pero tan
solo pensar en sus desánimos sexuales no lo soportaría ni un minuto
más. Se estaba convirtiendo un animal sordido, y eso le envenenaba por
dentro, no le miraría nadie...
Al salir del tren en aquella
parada de San Bernardo tan oscuro, con tan solo la una pequeña luz que
iluminaba solo una zona de la estación. Iría detrás de ella para cogerla
en cualquier esquina de la calle... aquella idea tan temerosa y tan
disparatada solo para satisfacer una de sus necesidades, aunque le hicieran ser un monstruo...
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