Capítulo 1
31 de diciembre de 1913
Las tareas le mantenían ocupado o al
menos eso hacía creer a todo el mundo, aunque finalmente sus escusas
nada más tenían cabida en los crédulos. Su familia sabía
realmente que en las reuniones familiares su actitud era siempre
apática o más aún, menos sugerente que de costumbre.
La última cena que tuvieron fue una
semana antes con familiares que para el le eran con demasiada
lejanía, familiares con los que nunca hablaba, se animaban a llover
sus preocupaciones hacia el o a su propia familia más cercana.
Un suceso del año anterior le obligó
a pasar las propias fiestas tan solo como las circunstancias le
obligaron a pasarlas, y esta vez un dictamen de su hermana le hizo
quedar en la soledad más buscada.
- El año pasado añorabas a querer pasarla con mama cuando las circunstancias no sonrieron a esa premisa y, ahora que tienes la oportunidad no quieres.
Esas palabras no eran ciertamente las
más benévolas, pero toda su vida había sido el más solitario, el
ermitaño, el alma errante que busca añoro donde no hay, que busca
plácidamente ese cariño más unánime e imperecedero.
Solo, un vaso de Whisky, su mejor
compañero y una buena soledad desprovista de achaques y de
discusiones y no añora más que la suya propia: su mayor intelecto a
su servicio, al servicio del mayor postor y de su genio inmediato
esperando a que tan solo saque de si mismo su mayor inspiración para
escribir una carta dirigida a alguien a quien no volverá nunca más
a ver, pero tampoco la recibirá. Será la carta sin retorno, pero
con destinatario, pero jamás será recibida ni leída, ni tampoco
será echada de menos.
Una bola de papel hacia la puerta
acompañado de un:
- ¡¡Déjame en paz!! ¡¡no te he dicho que me dejes solo!! llevas todo el día igual, recordándome lo mismo.
Y eso como siempre conllevaba a una
respuesta agresiva de su propia hermana, pero una llegada de su
querida madre:
- ¿Estás seguro de que no quieres venir? Anda, ponte ese traje y vayámonos!! allí lo pasarás mejor.
¿Allí? La última noche fue de la más aburrida, cena compartida con familiares y, de ciertos personajes que no dicen ser amigos, pero que por una muy buena suerte les acompaña el sr. don
dinero, pero que sin ir más lejos algún día se acabará. No desea el
mal a nadie, pero tampoco desea mezclarse demasiado con ninguno de
ellos y con cuanta menos frecuencia mejor.
En la cena con el único personaje que
era acompañado era la perra y, un gato cariñoso, grande
bastante arisco, aún así le hubiese gustado acompañarle y huir de
aquel ruido humano y de aquella cena tan completa. Si no se atragantó
con la comida fue porque su estómago redimía más comida de la que
entraba y sus ganas de comer acabaron por desterrarse a otro lugar
más lejano.
Si soltaba alguna palabra nadie la escucharía, si trataba de hacer reír tampoco era escuchado y,
tan solo eran escuchadas por la perra si le dabas de comer, aunque
una vez que se acababa la comida se volvía de nuevo a su lugar. Se
sentía como si en aquel lugar el mismo sobrara y, que sin lugar a
dudas si faltaba nadie le echaría de menos... o quizás sí... Ante
unas pocas lágrimas sobresalientes le hicieron acordarse que nunca
había sido importante, de que su presencia eran tan transparente
como el mismo, no tuvo nunca nada en común con ellos, esos
personajes hablando de temas personales suyos, de sus propios
problemas, de economía, política... pero el sabía perfectamente que su lugar no estaba
allí, pero por mucho que su madre quisiera que pasara con ella el
último día de ese fatídico año no lo pasaría.
No veía excesivo
tanta charla, ni tanto grito, ni tan siquiera peleas para ir a esa
reunión familiar llena de pánfilos de los nunca tienes noticias. Una reunión
en la que si te escalabras ellos nunca irán a verte, en que si ganas
tampoco irán, si necesitas ayuda tampoco te la darán...
solo están en las alegrías más inusuales y se dice inusuales
porque en las alegrías más usuales no se encuentran, pero tan solo
por preferencia de su hermana mayor y más ínfimo deseo de ir a ese
lugar al que el nunca quiso ir. Prefería pasar mil veces la noche
con su tía Ágata que pasarla con la familia de su padre.
Era tan solo un día, el resto del año
se mantiene en su casa con su madre... creencias de mujeres
antiguas con la cabeza carcomida con tonterías, en el que si no
pasas ese día es que eres poco sacrificado y criticado por tu propia
familia más cercana. Y con todo ello es como si fueses oliendo a
peste de todo lo que dicen de ti a tus espaldas.
A tan solo cuatro horas de las doce de
la noche, ni tan siquiera su gato se mantiene con el, pero su
espíritu sigue vivo en la casa y el sabe que el siempre estará con
el, aunque su ausencia haya sido echada en falta.
De todas maneras por haberte quedado en
casa ya eres un aburrido, pero no le importa porque siempre le
quedarán el resto de ese año para poder pasarlo con su familia más
cercana.
Mientras su cuerpo le pide un poco más
de Whisky para calmar ciertas preocupaciones que le rondan la cabeza,
el dolor en demasía es más fuerte, aún no sabe como pasar esas últimas cuatro
horas, ni tan siquiera sabe lo que va comer, mientras se escuchan
gritos y alegrías que se subyacen traspasando los muros de su
despacho, de su casa. Ni tan siquiera sabe si es necesario tomarse unas
uvas para que el año te sonría, aunque lo único que le pediría al
año es que al menos le sonriera un poco y la comprensión de su
familia no fuese tan negada. Desea que la economía del propio país
sea ciertamente menos abusiva por las partes más nobles, pero más
suave para los que no gozan de la posición menos privilegiada.
Lo que sí sabe es que el nuevo año lo
pasará solo o al menos en ese mismo momento cuando el ruido de la
puerta acaba de sonar, y eso es señal de que su familia se ha
marchado, pero queda aún en la casa Engracia, la criada de la casa,
que se pasará seguramente por el despacho para decirle que si quiere
que le prepare algo seguro que se notará en el momento en el que
toque la puerta y se asomará levemente creyendo que la puerta no
chasquea lo más mínimo, pero en realidad aún no se ha dado cuenta
de que la puerta acaba de interrumpir su tarea y con una sonrisa de
oreja a oreja:
- Señorito Teobaldo, ¿desea que le prepare la cena para esta noche? Se la puedo preparar antes de marchar, su madre me ha dado la noche libre, pero si desea que me quede con ud...?
- No hace falta Engracia... no te preocupes. Soy un hombre, pero no manco. Si necesito algo ya lo buscaré o me prepararé algo yo mismo
La cara de preocupación de aquella
mujer de unos 65 años que lo había visto crecer era
imperecedera, sabía que no se la quitaría de encima tan fácilmente:
- Señorito Teobaldo, aún puedo quedarme si desea que le prepare la cena
- No hace falta Engracia... puedes marcharte.
- ¿Está seguro? Debería de haberse marchado a celebrar con su familia. Estoy segura que sus tíos estarían encantados de volver a verle.
- Engracia por favor, si no he ido tengo mis motivos.
- Le conozco perfectamente y sé que no va solo por un motivo sin importancia.
- He dicho que no hace falta Engracia. Hoy es una de esas noches en las que prefiero meditar y estar solo...
Ni tan siquiera acabó la frase cuando
Engracia le interrumpió:
- Sabe ud tanto como yo que para mi no hay escusas que valgan y que la verdad ha salido ya. No va solo por el hecho de que es ud. el ser más tímido con su propia familia que he conocido nunca. Teme a que le rechacen, pero en realidad señorito Teobaldo no le rechazan, es ud. el que se desplaza fríamente y se siente precursor de su propia rareza y extrañez de actitud que en realidad no es rareza, es tan solo timidez hacia su propia sangre
- ¡¡Pero que dice Engracia!! ¡¿yo?! ¿Timidez? La abandoné hace mucho tiempo
- ¿Así? Pues su actitud no dice lo mismo. El año pasado negó la invitación de su tía Ágata para pasar las fiestas y precisamente con ella tiene ud. un trato más cercano.
La paciencia imperecedera, pero
discreta y suave como el mismo, débil como su personalidad le obliga
a dictar en ese momento. Nunca le ha gritado a Engracia, siempre ha
sido su mano derecha, su mano de confianza, sabe que no puede
reprocharle nada, que no puede decirle lo contrario porque sabe que
tiene razón. No es que su actitud sea rara, es que la timidez le
impide relacionarse con todo el mundo, siempre le ha resultado
difícil entrar a la gente, hacer amistades... y, por ese motivo el
número de sus amigos es tan reducido y ni tan siquiera desea buscar
más porque el proverbio árabe siempre lleva la razón: “tener
muchos amigos es no tenerlos”, aunque de amigos haya andado
escasos, pero de enemigos ha andado con muy buen número, pero que
sin lugar a dudas si todos los enemigos que ha tenido los
hubiese convertido en billetes hubiese tenido dinero para ahorrar o
comprarse cosas necesarias¡¡oh!! ¡¡qué gran idea!! quitarte de
encima a tus enemigos cambiándolos por cosas útiles, necesarias
para poder seguir y seguir creando su mundo interior.
- Señorito Teobaldo, su infancia no ha sido ninguna de las más maravillosas, ni tampoco de las más añoradas de recordar, pero recuerde de que ya tiene una edad y debe de superar aquello que tanto le acompaña y que beber como está haciendo ahora y sumergirse en su mundo interio, yr callándose las cosas no es la mejor manera de pasar las últimas horas del día 31 de este año. Le conozco y sé por consiguiente que no ha ido solo por esa timidez, sino también por ciertos momentos de su vida que no le fueron precisamente agraciados, pero que debe de comprender que han pasado muchos años y que por consiguiente no puede seguir pensado igual, no debe de seguir pensado en que todo el mundo es igual y que todo el mundo se va reír de ud. porque ni su nombre es ridículo ni ud es nada ridículo. Ni tan siquiera es digno de una burla.
- Engracia, no he ido porque no he querido ir. La última vez fui a cenar y fue la cena más espantosa de toda mi vida, si no era el cero a la izquierda poco me faltó. Era el ser más invisible de toda la fiesta y estoy seguro de que si hubiese tenido orgullo hubiese cogido la puerta y me hubiese marchado, pero por educación y por dejar en buen lugar, ni dejar a mi familia en boca de todos preferí simplemente abstenerme y pasar con la soledad la nochebuena como siempre hago. ¿Algo más? Y si no le importa me gustaría seguir acompañado de mi vaso de Whisky, mi soledad y mi pluma intrépita. Ya comeré cuando tenga ganas, andaré en la cocina cogeré cualquier cosa. Nunca he sido inútil y nunca lo seré.
Menos mal que Engracia ya lo conocía y
que en ningún momento se equivocaba. Ahora daría su típico suspiro
de siempre, se daría la vuelta y diría: ¡¡ay, señor, señor!!
apretaría su rosario y antes de cerrar la puerta y diría:
- Me marcho. ¡¡Qué tenga una feliz noche y año nuevo!!
- Muchas gracias Engracia, igualmente.
Y ahora que por fin se queda con su
soledad, bebiendo a saco le da rienda suelta a sus sentimientos y a
su pluma que yace por lo menos media hora que desea seguir con su
labor.